Como es el foso de ahora caigo

Todos hemos disfrutado de un tiempo similar al del verano en septiembre y octubre, pero creo que es seguro decir que el otoño está oficialmente sobre nosotros. Si te has acostumbrado a la idea de pasar las tardes al aire libre con tus amigos y familiares, puedes prolongar la vida de tu zona de estar al aire libre con una hoguera rugiente y cálida. En este momento, la chimenea sin humo Farenheit Flare está rebajada 40 dólares a sólo 180 dólares en Best Buy.

Aunque todavía no hemos probado este pozo de fuego, recibe excelentes calificaciones en los comentarios de compra en línea. Tiene 13,5 pulgadas de ancho, así que no es enorme, y pesa alrededor de 10 libras, lo que lo hace muy portátil para llevar de campamento, o para una noche en la playa. Quema pellets de madera o pequeños troncos en una elegante cavidad de acero inoxidable.

El diseño multinivel y los orificios de ventilación están pensados para reducir la salida de humo y conseguir un ambiente más agradable. Si ha buscado una chimenea, sabrá que 180 dólares es un precio bastante asequible para una chimenea tan bien valorada como ésta. Hazte con él y dale un poco de calor a tu otoño.

Este otoño parece que casi todas las personas que conozco que no tenían ya una chimenea han comprado una. Una amiga hizo construir una elaborada con paredes de roca flotantes e iluminación en su patio trasero durante el verano. Otros compraron versiones más pequeñas y preconstruidas con alimentación de gas natural.

E incluso algunos amigos que no tienen patio han comprado versiones metálicas y de leña para sus terrazas o patios. Y como lo más probable es que tú ya tengas una hoguera o conozcas a alguien que la tenga, es hora de que planeemos una velada con fuego, o, como se dice, un firepitting. Además, el fuego no sólo es una actividad perfecta para el otoño, sino que, con unas cuantas mantas, te permitirá socializar al aire libre hasta bien entrado el invierno.

Un narrador anónimo abre la historia revelando que ha sido condenado a muerte durante la época de la Inquisición, una institución del gobierno católico en la España de los siglos XV y XVI que perseguía a todos los protestantes y católicos heréticos. Al recibir su sentencia de muerte, el narrador se desmaya y pierde el conocimiento. Cuando se despierta, se enfrenta a una oscuridad total.

Está confundido porque sabe que el destino habitual de las víctimas de la Inquisición es un auto-da-fé público, o «acto de fe», una ejecución que normalmente adopta la forma de un ahorcamiento. Teme haber sido encerrado en una tumba, pero se levanta y camina unos pasos. Esta movilidad le hace suponer que no está en una tumba, sino en una de las mazmorras de Toledo, una infame prisión de la Inquisición.

Decide explorar. Arranca un trozo del dobladillo de su túnica y lo coloca contra la pared para poder contar el número de pasos necesarios para recorrer el perímetro de la celda. Sin embargo, pronto tropieza y se desploma en el suelo, donde se queda dormido.

Al despertar, el narrador encuentra ofrendas de agua y pan, que consume con avidez. Luego reanuda su exploración de la prisión, determinando que está a unos cien pasos de distancia. Decide cruzar la sala a pie.

Al cruzar, sin embargo, el dobladillo que había arrancado antes se le enreda en los pies y le hace tropezar. Al caer al suelo, se da cuenta de que, aunque la mayor parte de su cuerpo ha caído en tierra firme, su cara cuelga sobre un abismo. Para su consternación, llega a la conclusión de que en el centro de la prisión existe un pozo circular.

Para calcular su profundidad, el narrador rompe una piedra de la pared de la fosa y la arroja al interior, cronometrando su descenso. Cree que la fosa es bastante profunda, con agua en el fondo. Reflexionando sobre su proximidad a la fosa, el narrador explica su función como castigo por sorpresa, infamemente popular entre los inquisidores.

El narrador vuelve a dormirse y se despierta con más agua y pan. Después de beber, vuelve a dormirse inmediatamente e imagina que el agua debe estar drogada. Cuando se despierta de nuevo, encuentra la prisión poco iluminada.

Comenta que ha sobrestimado su tamaño, probablemente por haber duplicado sus pasos durante sus exploraciones. El narrador descubre que ahora está atado a una tabla de madera con una larga correa que le rodea el cuerpo. Sus captores le ofrecen algo de carne sabrosa en un plato, pero no más agua.

Cuando mira hacia arriba, se da cuenta de que la figura del Tiempo ha sido pintada en el techo. Sin embargo, el Tiempo ha sido convertido en una máquina, concretamente en un péndulo, que parece oscilar de un lado a otro. Sin embargo, el narrador aparta la vista del techo cuando se da cuenta de que las ratas salen del pozo y revolotean alrededor de su comida.

Cuando vuelve a centrarse en el techo, descubre que el péndulo está construido como una guadaña y está haciendo una media luna afilada en su descenso hacia él. Sin embargo, su progreso es enloquecedoramente lento y en una trayectoria directamente sobre su corazón. Aunque reconoce lo grave de la situación, el narrador mantiene la esperanza.

Cuando el péndulo se acerca mucho a él, tiene un destello de perspicacia. Frota la comida de su plato por toda la correa que descansa

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